El presidente de la Nación empleó la cadena nacional para proclamar como un “triunfo histórico” un supuesto resultado positivo en las finanzas públicas, que en realidad es cuestionable. Se trató de una escenificación surrealista.
Javier Milei, junto a sus colaboradores del equipo económico, presentaron una imagen distante de la realidad pero cercana a una epopeya idealizada. Se enorgullecieron de un presunto superávit financiero trimestral, logrado mediante la omisión de diversos compromisos estatales, y de un ficticio éxito en la lucha contra la inflación, que supuestamente ha permitido una mejora en los salarios reales.
En un discurso de quince minutos transmitido en horario central, Milei afirmó que el camino hacia el crecimiento económico ya ha comenzado, señalando los sectores que se están expandiendo debido a la política de ajuste implementada. Sin embargo, omitió mencionar la deuda acumulada con empresas del sector energético, ni el aumento significativo de la deuda en divisas del Banco Central durante su mandato.
El presidente atribuyó el déficit fiscal heredado a una gestión anterior y lo presentó como un logro el haberlo revertido en tan poco tiempo. Sin embargo, el supuesto superávit anunciado no tiene en cuenta los compromisos postergados, como los pagos a generadoras eléctricas, lo que socava la veracidad de sus cifras.
Milei intentó minimizar el impacto de la inflación, atribuyéndola al déficit fiscal, pero ignorando el impacto directo de su política monetaria. Además, culpó a los políticos por la crisis económica, sin reconocer el papel de las políticas económicas ortodoxas en dicha crisis.
A pesar de los recortes presupuestarios y la promesa de financiar obras públicas a través del sector privado, Milei no ofreció detalles sobre cómo evitará la corrupción y el endeudamiento estatal resultantes de esta política.
En su discurso, Milei elogió a sus colaboradores como “patriotas” y arquitectos del “milagro” económico, sin reconocer los posibles fracasos de su gestión.





