La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, busca mantener una delicada posición de equilibrio entre su afinidad con el expresidente estadounidense Donald Trump y su rol dentro de la Unión Europea. Esta estrategia, basada en un marcado pragmatismo, se ha vuelto cada vez más desafiante ante los cambios en la política internacional.
A finales de febrero, mientras los líderes europeos expresaban su apoyo al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, Meloni optó por el silencio. Esta actitud ya se había repetido tras las críticas de J.D. Vance a los valores europeos en Múnich. Sin embargo, días después, en un evento del partido republicano en Washington, Meloni elogió las palabras de Vance, distanciándose de la postura de la UE y acercándose a la visión de Trump.
Figuras como Jordan Bardella, de la ultraderecha francesa, cancelaron su participación en el evento republicano tras un saludo nazi de Steve Bannon, pero Meloni mantuvo su presencia. Para la líder italiana, mantener una conexión con Trump y con personalidades como Elon Musk es una prioridad.
En este contexto, Meloni busca posicionarse como una interlocutora privilegiada de Trump dentro de la UE, un puente entre Washington y Bruselas. A diferencia de Viktor Orbán, visto con recelo en Bruselas, Meloni intenta mantener un perfil más moderado, buscando el respeto de figuras como Ursula Von der Leyen.
Sin embargo, esta estrategia podría verse comprometida por la reciente guerra comercial entre Estados Unidos y la UE, especialmente por los aranceles impuestos al acero y al aluminio. Italia, uno de los países europeos más afectados, tendrá la difícil tarea de defender a Trump en casa, ya que el 22,2% de sus exportaciones fuera de la UE se dirigen al mercado estadounidense. Se estima que el impacto económico para las empresas italianas podría alcanzar entre 4.000 y 7.000 millones de euros, afectando sectores como el vino, el aceite de oliva, la automoción, la moda y la maquinaria industrial.
Meloni busca presentar su relación con Trump como un ejercicio de diplomacia, al margen de ideologías. Tras la discusión en la Casa Blanca entre Trump, Vance y Zelenski, Meloni abogó por evitar una división de Occidente, llamando a la “frialdad” y a la “estrategia” en lugar de dejarse llevar por las “tifoserie” (fanatismos).
En este sentido, la visita de Emmanuel Macron a Washington generó cierto fastidio en Roma, especialmente por la autonomía que reivindica el presidente francés. Meloni ya había mostrado su incomodidad al llegar tarde y evitar la foto de grupo en una cumbre convocada por Macron en París, buscando distanciarse de un frente anti-Trump.
Meloni, quien asistió a la toma de posesión de Trump en enero, busca concretar un viaje a Washington y ha propuesto una cumbre entre Estados Unidos y la UE. Sin embargo, también ha realizado gestos de equidistancia, como evitar la participación del gobierno italiano en actos de apoyo a Ucrania organizados por la UE en Kiev.
En el Consejo Europeo, Meloni instó a dejar las emociones a un lado e intentar incluir un reconocimiento explícito a Trump por sus esfuerzos para detener la guerra en Ucrania. Es probable que no participe en la cumbre convocada por Keir Starmer para impulsar una “coalición de voluntarios” europea liderada por Reino Unido y Francia.
En el ámbito interno, Meloni debe lidiar con las diferentes posturas dentro de su gobierno de coalición en relación con Ucrania. Mientras Forza Italia apoya el plan de rearme de la UE, la Liga se opone, y Hermanos de Italia negocia matices. Meloni también es consciente de la inquietud que produce una carrera de armamento en la opinión pública italiana.
En el Parlamento Europeo, el grupo de Meloni, Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), pidió aplazar la votación de una resolución de apoyo a Ucrania tras el acuerdo de alto el fuego entre Estados Unidos y Zelenski, argumentando que podría “desencadenar el odio a Trump”. Finalmente, el grupo se abstuvo.