En un avance significativo hacia la fusión nuclear, Gran Bretaña ha activado por primera vez su Máquina Z, un innovador dispositivo de tungsteno que ha generado 80 billones de vatios de potencia, marcando un hito en el desarrollo de tecnologías energéticas. Esta máquina es capaz de lanzar proyectiles con tal fuerza que podría, en teoría, encender un sol artificial.
La fusión nuclear, la misma reacción que ocurre en el corazón de las estrellas, implica la fusión de dos núcleos atómicos bajo intensas fuerzas electromagnéticas. Esta reacción produce helio y libera enormes cantidades de energía durante miles de millones de años, y ha sido el objetivo de científicos desde los años 50, cuando se desarrolló el primer TOKAMAK en Rusia.
Recientemente, la startup First Light Fusion ha acelerado los avances en este campo con la Máquina Z, un cañón de tungsteno que dispara proyectiles hacia una cápsula de tritio y deuterio a presiones de 1,85 terapascales, superando el récord anterior de 1,5 terapascales. Este avance podría permitir la producción de energía de fusión sin necesidad de costosos imanes superconductores o láseres, que han demostrado ser inestables y difíciles de escalar.
La Máquina Z tiene como objetivo generar temperaturas superiores a 100 millones de grados para lograr la fusión de tritio y deuterio, liberando así energía equivalente a 4 millones de veces la que se obtiene del petróleo. Los ingenieros detrás del proyecto sostienen que, para que la fusión sea constante y controlada, la máquina debería disparar un proyectil cada 30 segundos.
Mientras tanto, países como China y Estados Unidos invierten miles de millones en sus propios enfoques para lograr la fusión nuclear, con diferentes estrategias de confinamiento electromagnético y láser. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para que la Máquina Z y otros proyectos similares logren una producción de energía estable y sostenible.
A pesar de estos avances en fusión nuclear, la transición hacia energías renovables sigue siendo esencial. Cada nación busca sus propias soluciones, como el hidrógeno rojo que Japón pretende producir a partir de energía nuclear, para reemplazar los hidrocarburos en el corto plazo.