Analistas de la NASA han identificado un profundo pozo en el “Mar de la Tranquilidad”, cerca del histórico lugar de aterrizaje del Apolo 11 hace 55 años. Este hallazgo podría ofrecer un refugio ideal para futuros asentamientos humanos en la Luna.
Un equipo internacional de investigadores ha utilizado imágenes de radar capturadas por el Orbitador de Reconocimiento Lunar (LRO) de la NASA para descubrir una cueva cerca del “Mar de la Tranquilidad”. Estas imágenes, tomadas en 2010, no pudieron ser analizadas en su totalidad en ese momento debido a limitaciones tecnológicas. Sin embargo, gracias a técnicas avanzadas de procesamiento de señales, se ha confirmado que esta cueva podría ser accesible para los humanos, según un estudio publicado en Nature Astronomy.
La sonda LRO, la primera misión estadounidense a la Luna en más de una década, ha proporcionado una gran cantidad de datos y continúa creando un mapa tridimensional de la Luna. Esto incluye la identificación de futuros sitios de aterrizaje y recursos, como depósitos de hielo en cráteres polares.
Lorenzo Bruzzone, coautor del estudio, explicó que aunque las cuevas lunares habían sido teorizadas durante más de 50 años, esta es la primera vez que se demuestra su existencia con evidencia directa. El equipo descubrió reflejos de radar indicativos de un tubo de lava vacío, situado al menos a 130 metros bajo tierra, con aproximadamente 45 metros de ancho y 30 metros de largo.
Este descubrimiento es significativo para futuras misiones espaciales, ya que los pozos y túneles lunares podrían ofrecer un entorno térmicamente estable. En 2022, científicos financiados por la NASA determinaron que las áreas sombreadas dentro de estos pozos mantienen temperaturas constantes de aproximadamente 17 grados Celsius (63 grados Fahrenheit), protegiendo a los astronautas de las extremas variaciones de temperatura lunar, que pueden oscilar entre 127 grados Celsius durante el día y -173 grados Celsius por la noche.
Además, las cuevas podrían proporcionar protección contra la radiación cósmica y solar, que es mucho más intensa en la superficie lunar que en la Tierra. Esta radiación puede dañar el ADN y afectar negativamente a las células y tejidos humanos, lo que hace que las cuevas sean una solución prometedora para establecer una presencia permanente en nuestro satélite más cercano.