El triunfo del candidato libertario en las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias tuvo impactos significativos en la coalición opositora. Mientras la aspirante presidencial está discutiendo con su equipo sobre cómo ajustar su estrategia de cara a las elecciones de octubre, el líder del partido PRO está siendo cauteloso en sus movimientos en medio de un nuevo escenario político.
Aunque el peronismo unido ha experimentado su peor desempeño electoral en la historia y está lidiando con una creciente crisis económica, no considera que esté todo perdido. En lugar de ello, culpará a la oposición por el caos, como es habitual, y esto le permitirá alimentar el temor al voto, que ha sido el recurso principal de la coalición Unión por la Patria desde el principio. Argumentos como “vote para protegerse”, “defendámonos de lo que está por venir” y “no pierda lo poco que le queda” son razones poderosas para votar, incluso en sectores que estaban en una situación crítica y que ahora están en una posición aún más precaria. Esto es especialmente cierto si la opción presentada como “el cambio” se ve como una aventura hacia lo desconocido.

Si observamos los resultados de las PASO, donde Kicillof mostró una alta probabilidad de ser reelegido, esto se debe en gran parte a este enfoque, además de la división del voto opositor y la inversión significativa de fondos públicos en ese distrito con este propósito. Aunque es poco probable que el voto opositor se una en torno a una opción con mayores posibilidades de vencer a Kicillof, no podemos descartar que, en medio del colapso, el kirchnerismo conserve una base desde la cual pueda movilizar la protesta social y ejercer influencia sobre el resto del peronismo, incluso en la derrota. Esto es especialmente cierto si, una vez más, el cambio está representado por un aventurero que podría unificar en su contra a las diversas facciones peronistas en conflicto. Además, este aventurero podría tener un mandato breve, lo que podría llevar al olvido de los errores cometidos por las autoridades anteriores, como ha ocurrido en países vecinos con aventuras similares, en beneficio de los elementos menos legitimados de la élite política.

Desde esta perspectiva, el kirchnerismo aún podría tener algún futuro incluso en medio de sus fracasos más graves. Esto queda demostrado por su silencio en relación con las medidas “impopulares” adoptadas por Massa. No discutirán este tema, sino que cargarán la responsabilidad a Milei, a Juntos por el Cambio y al FMI. En este sentido, la melodía sigue siendo la misma de siempre.
Milei sigue empleando la misma estrategia que utilizó en las PASO, que consiste en polarizar el panorama político entre él y el resto del mundo. Ahora, además, está haciendo un esfuerzo entusiasta, incluso un tanto obsesivo, por demostrar su capacidad de gobernanza. Utiliza frases como las pronunciadas por Menem a principios de 1989: “Estoy listo para asumir ahora mismo” y “si no completan su mandato, es su problema”. Con esto, está contribuyendo al clima de caos y, por lo tanto, está alimentando la estrategia del miedo del partido en el poder. Todo encaja.
Sin embargo, el cambio más notable en su discurso no ha sido este, sino su audacia al atacar a Patricia Bullrich. Le lanzó frases como “Inferior a mi segundo puesto” y “de vuelta a sus días como montonera”, mientras le recriminaba por “intentar difamarlo”. Esta misma táctica la utilizó contra Horacio Rodríguez Larreta hasta el 13 de agosto, recordemos, con la aprobación implícita de Bullrich, quien pensó que le beneficiaría, pero en cambio, solo fortaleció al candidato libertario.
Pero Bullrich enfrenta otro desafío aún más serio para su intento. Esto radica en la insistencia de Macri en presentar tanto al espacio de Juntos por el Cambio como a La Libertad Avanza como dos facetas de un mismo movimiento de cambio, casi idénticas si no fuera por las diferencias en sus enfoques agresivos. Esta asociación resulta demasiado sutil y ambigua para plantear algún argumento en contra de que más de sus votantes históricos sigan migrando hacia el campo del libertario.
¿Es que Macri no se da cuenta del efecto “facilitador” que conllevan sus elogios a Milei, al alentar a millones de votantes a abandonar Juntos por el Cambio? ¿O podría haber algo más en juego aquí? Quizás una cierta indiferencia hacia el destino final de su coalición, dado que comparte las críticas que recibe por estar compuesta por defensores moderados de la élite y el status quo.
Es posible que el expresidente esté imaginando que la elección de octubre será simplemente una competencia interna entre Bullrich y Milei en el amplio espectro del cambio. Esta sería una batalla por determinar quién enfrentará en la segunda vuelta a Massa y al kirchnerismo. Para él, podría ser beneficioso adoptar una postura más equitativa de lo que fue en la reciente competencia dentro de JxC. De esta manera, aseguraría un papel como mediador, facilitador y validador en las sombras, en el futuro gobierno que se forme en diciembre.
El problema para Bullrich es que si no aclara estas incertidumbres pronto y establece una distinción clara con Milei, corre el riesgo no solo de perder la presidencia, sino también de ser recordada como la figura que condujo a Juntos por el Cambio hacia su desenlace. Una estrategia viable podría consistir en contrastar el caos impulsado por el libertario con el cambio ordenado y responsable que ella podría representar, incluso si eso implica retractarse de sus postulados anteriores. Macri, seguramente, le echará en cara esto, tal como lo hizo la noche del 13 frente a los seguidores de Larreta, quienes necesitaban apoyo en lugar de cuestionamientos: “Les advertí que estaba creciendo, pero no me prestaron atención”. De esta manera, el expresidente podría continuar su camino sin enfrentar objeciones significativas.