Desde su hogar en un barrio humilde de Maracay, Venezuela, Myrelis Casique López, de 44 años, expresa su consternación por la deportación de su hijo a El Salvador, donde ahora se encuentra en una cárcel de máxima seguridad.
Casique López esperaba que su hijo, Francisco José García Casique, de 24 años, fuera enviado de regreso a Venezuela tras ser detenido en Estados Unidos, pero en su lugar, terminó en el Centro del Confinamiento del Terrorismo (Cecot), señalado como miembro de una organización criminal.
“Es él, lo reconozco. Siempre lo afeité desde pequeño, sé cómo es su rostro”, asegura la madre al identificarlo en una imagen de los 238 venezolanos deportados. Francisco, quien emigró en 2019 y trabajaba como barbero, había ingresado a EE.UU. de manera irregular en diciembre de 2023.
El gobierno salvadoreño sostiene que los deportados pertenecen al Tren de Aragua y a la pandilla MS-13, pero la familia de Francisco niega cualquier vínculo con grupos criminales. “Mi hijo no es un delincuente, él solo quería una vida mejor”, insiste su madre.
La situación ha generado una fuerte reacción en Venezuela. El presidente Nicolás Maduro calificó la deportación como una “violación masiva de derechos humanos” y cuestionó al mandatario salvadoreño, Nayib Bukele, por permitir lo que describe como una “injusticia”.
La última comunicación entre Francisco y su madre fue el 15 de marzo, cuando le aseguró que pronto sería deportado. Sin embargo, el destino tomó otro rumbo y la familia ahora vive una angustiosa espera, con la esperanza de que su situación sea reconsiderada.